Fútbol, amigos y sueños
Por Jose David Chalarca Suescum – @JoseDavidChala1
Hay un torneo deportivo que nació de un ‘parche’ entre amigos. Un pequeño grupo de cinco personas se reunían bajo la sombra de un árbol a dormir, escuchar la radio y tomarse unos tragos de más. Criados en el sector Laureles-Estadio, y reunidos por la casualidad, en la Unidad Deportiva Atanasio Girardot empezó la amistad que forjó el nacimiento de uno de los torneos más importantes para las categorías infantiles: El Baby Fútbol.
Uno de sus integrantes, Álvaro “El Polaco” Galeano, recordó que en 1979 se juntaron Julio Vélez, Antonio Franco Ruiz, Omar Darío Correa, Julio César Acosta y él para compartir un vínculo deportivo inseparable. Desde muy jóvenes, este “club de los cinco” se creó y su amistad fue más allá de las aulas de clase. Compartieron tardes de fútbol, amigos y sueños hablando de su gran pasión, el deporte.
En medio de cafés y tintos, y al frente de la cancha Marte 1, cerca de la tribuna norte del Atanasio Girardot, así recuerda Álvaro Galeano aquellos años de bachillerato. En medio de una mesa tambaleante, el viento se levanta sobre su pelo grisáceo y en su mano sostiene un pocillo color rojo lleno de café. A sus 75 años rememora una historia de amistad eterna.
Galeano estudió en el colegio Marco Fidel Suarez junto a Julio Vélez. Lugar donde también nació su pasión por el deporte y empezó a ser conocido como “El Polaco”.
“Desde muy joven a mí me dicen “El Polaco” porque tuve un amiga rubia muy pecosa. Entonces un amigo, Nicolás Lobatón, y yo le pusimos “La Polaca”. Como ella andaba siempre conmigo, me quedé así”, recordó Galeano mientras miraba el cielo por un momento.
Álvaro Galeano también es tanguero de ley. Lejos de una simple afición, en su casa tiene su propia colección del músico Roberto Goyeneche con discos antiguos, figuras y cuadros en la pared. Heredó de sus padres el gusto por el tango y gracias al argentino, afianzó aún más apodo.
“El apodo se ajustaba mucho a un cantante de tangos que era mi ídolo, se llamaba Roberto Goyeneche y le decían “El Polaco”. Me distinto más por “El Polaco” que por Álvaro”, reconoció Galeano.
Luego de terminar el bachillerato, “El club de los cinco” escogió carreras distintas. Sin embargo, esta banda de amigos siguió con sus reuniones. Después de la universidad, los encuentros del grupo tomaron lugar en la Unidad Deportiva Atanasio Girardot, donde a las 2 de la tarde se reunían bajo la sombra de un árbol, a hablar de Fútbol a sol y sombra, escuchar la radio deportiva y a veces tomarse unos tragos de aguardiente.
“Hagamos un Baby Fútbol”
Para el año 1984, los integrantes ya se reunían en la parte sur del complejo deportivo, donde quedaba una cafetería, cerca del Estadio de Atletismo Alfonso Galvis Duque.
En aquel entonces, cada uno trabajaba en el sector dirigencial. Julio Vélez era el director ejecutivo de la Liga de Tenis de Campo; Antonio Franco Ruiz fue delegado y coordinador de la Liga Antioqueña de Fútbol; Omar Darío Correa tenía gran trayectoria en el fútbol aficionado; Julio César Acosta era periodista de El Colombiano y “El Polaco” administrador del club de atletismo Inversiones El Águila.
Una mañana de domingo, en junio del 84, en una de sus reuniones diarias, empezaron a hablar de la problemática del momento, del narcotráfico y los jóvenes. “Se estaba formando la era sicarial y las bandas iban detrás de ellos”, agregó Galeano de un sorbo.
Desde ese día se les metió en la cabeza hacer algo. Alguno comentó que en Bolivia se estaba jugando un torneo muy grande, un festival. Hablaron de la institución juvenil Tahuichi Aguilera. En ese año, la Academia de formación reconocida por formar numerosos jugadores, y entre cuyos logros se destacaba el hecho de sumar más de 100 títulos de torneos juveniles internacionales, ganó la Santander Cup en España, por su buen proceso y juego limpio.
Dicho festival fue el primer acercamiento para crear el torneo local. A partir de allí, la reunión se tornó a hablar de las escuelas de fútbol y se terminó haciendo énfasis en los niños en situación de calle con falta de oportunidades en los barrios populares. “Los niños salían a vacaciones y se iban a la esquina a patear un balón, mientras las bandas los buscaban. Entonces, pensamos: ¿Qué hacemos por los niños?”, agregó Galeano.
De camino a la Liga de Atletismo, Julio César Acosta lanzó la idea de hacer un Baby Fútbol. Todos se miraron y decidieron comentárselo al ausente Julio Vélez que no estaba en la reunión. Se levantaron y abandonaron la sala de reuniones de la Liga de Atletismo y se fueron caminando por la Marte 1 en dirección a la Liga de Tenis de Campo. Se conversó la propuesta con Vélez para el tema económico, le sonó y entre todos se dieron tareas en búsqueda de un objetivo: ofrecer un torneo de fútbol pensado para niños.
“Llegamos a la Liga de Tenis y pensamos que Julio iba a poner resistencia, pero dijo ‘vamos a darle’ y de una vez nos dio tareas”, recordó “El Polaco” con nostalgia.
El primer torneo
El referente directo para crear el torneo fue una competición con el mismo nombre, Baby Fútbol, que fue realizado por el periodista Guillermo Hinestroza y el dirigente Hernán Gómez. Dicho certamen se realizó en el coliseo Mayor Iván de Bedout entre 1966 y 1975. Aquel Baby Fútbol gustó pero ya no se realizaba para la época. Una motivación más para realizar la competencia en mente.
Con un brazo señalando a la Liga de Atletismo, “El Polaco” contó que varios días después de aquella reunión, y por su parte, buscó la ayuda de la Liga para el préstamo de la cancha. “Aunque fueron reacios al principio, finalmente accedieron. Nos la alquilaron por $300 mil pesos si arreglábamos los huecos que tenía la cancha”, afirmó Galeano.
En las siguientes reuniones todos calcularon el presupuesto para el torneo: transporte de los equipos, arbitraje, la dotación completa de los jugadores (camiseta, pantaloneta, medias, guayos y tulas), mantenimiento de la cancha, entre otros).
Para el primer torneo aparecieron más personas involucradas como Gabriel Jaime Pérez, directivo del deporte aficionado y presidente de la empresa de calzado Grulla; Winston Tobón, médico ortopedista y miembro de la Liga Antioqueña de Fútbol; y Mario Múnera, vinculado con el deporte y la empresa privada.
De igual manera, personalidades del arbitraje como Libardo Serna, Jairo Pérez, Gabriel Ceballos y Armando Pérez Hoyos, junto a algunos árbitros de los barrios participantes, aparecieron para repartir justicia en el terreno de juego.
El torneo estaba previsto para 16 equipos con un reglamento similar al de las copas mundiales para niños de 13 años. La invitación del torneo fue mandada a las JAC (Juntas de Acción Comunal) de los barrios populares de la ciudad. El 29 de octubre se dio a conocer la lista de equipos seleccionados de 61 solicitudes recibidas. En la lista aparecieron entrenadores como Francisco “Pacho” Maturana, Óscar Aristizábal y Héctor “Canocho” Echeverri; directores técnicos en camino a forjarse un nombre en el área.
El balón parecía estar listo para rodar en la cancha de atletismo pero faltaba el patrocinador. El primero fue Davivienda que los apoyó con $900 mil pesos, sin embargo, no alcanzaba. Los gastos del primer torneo eran mayores. El resto del presupuesto fue sacado del bolsillo propio. Cada uno de los integrantes de “El club de los cinco” aportó $15 mil o $20 mil pesos para llevar adelante la iniciativa.
Tras más gente involucrada en el proyecto, no cabían en la sala de reuniones de la cancha de atletismo. Gracias a Julio César Acosta, El Colombiano les ofreció la sala Francisco de Paula Pérez para las demás reuniones.
Allí se ultimaron detalles, y bajo la presidencia de Rodrigo Arias, al año siguiente el primer torneo se llevaría a cabo en el campo de grama del Estadio de Atletismo; sede donde se jugarían los primeros cinco torneos. Con el balón rodando en terreno propio, finalmente el 16 de julio se firmó el acta de constitución de la Corporación Baby Fútbol Los Paisitas.
El sueño comenzó con Maturana. Un 5 de enero de 1985 se realizó el anhelado primer torneo en el Alfonso Galvis Duque. De inmediato, el telón se abría para el partido inaugural entre el Barrio Miranda y Chigorodó que terminó empatado a dos goles.
De los 16 equipos participantes, el show lo pusieron el Barrio El Salvador; aportando al goleador de competencia Robeiro Fernandez con sus 17 tantos; el Barrio Santa Lucía, autor de juego excepcional que lo llevó hasta la final; y el Barrio La Floresta, campeón del torneo de la mano de Francisco “Pacho” Maturana, quien apenas comenzaba su carrera como director técnico y logrando un título en su palmarés.
Aunque no se escogió mejor jugador, en el torneo participaron profesionales de nuestro fútbol como Óscar “Chico” Restrepo, Jaime Ospina, Martín Vélez y César Tabarez. Más adelante, gracias a la proyección de la competición, muchos cazatalentos comenzaron a frecuentar cada edición del Baby Fútbol.
El torneo fue visto como un paso importante para crecer en la vida profesional por el pasaje de figuras de alto relieve de nuestro fútbol, como Mauricio Molina, Juan Fernando Quintero, James Rodríguez y Radamel Falcao.
Para la siguiente edición de la competencia, se pasó de una competencia por invitación a un certamen que realizaba eliminatorias con antelación para escoger a sus equipos participantes.
La filosofía del torneo
El fútbol fue el deporte reina de la corporación hasta el cambio de siglo con la inclusión del baloncesto y voleibol. El primer campeonato fue un éxito total. Los medios de comunicación y el gran recibimiento de la gente resultaron claves para el futuro de la corporación y de la filosofía de la competición. Sin embargo, algunos del club dudaron que fuera así.
En tono serio, y ya con los brazos cruzados, así recordó “El Polaco” ese momento clave:
“Después del primer torneo, nos fuimos Julio Vélez y yo a la Liga de Tenis a tomarnos una cerveza y hablar del Baby Fútbol. Llevábamos dos cajas con los registros del primer torneo y los equipos. Llegamos y Julio me dijo:
— ¿Vos crees que hacemos otro torneo?
—Yo no creo hermano, le respondió Galeano mientras se sentaba.
—Entonces botemos las cajas, agregó Vélez sumándose a la propuesta.
Y así lo hicieron. Se fueron las primeras memorias del evento a la basura. Se tomaron la cerveza y se fueron. Tras deshacerse de los registros, para el lunes siguiente “El club de los cinco” estaba de vuelta al ruedo.
“Todos llegaban con números de la prensa dedicados al nuevo torneo infantil, mientras que alguien dijo:
— ¡Empecemos pa’l segundo!
Julio Vélez y yo nos miramos con cierta desilusión. Luego nos dirigimos al resto del grupo y les confesamos:
— Nosotros botamos eso porque pensamos que no nos daba pa’l otro, respondió, “El Polaco” sincero.
—Pero tenemos este impulso, señaló otro más.
—Ya la embarramos pero me comprometo a buscar otro patrocinador, agregó Vélez.
“Pensamos que no hacíamos otro pero el éxito fue total. Recibimos apoyo de la gente, de los medios de comunicación y aparecieron otros patrocinadores como Grulla, Bavaria y Pony”, confesó Galeano con las manos sobre la cabeza, casi excusándose.
Deporte con sentido social
Luego del primer año del Baby Fútbol, la discusión interna era definir el objetivo de la Corporación. Los principios del juego limpio, formar personas íntegras, y promover la competencia digna, se impusieron a la de organizar una escuela para competir en la Liga Antioqueña de Fútbol.
Así como en sus inicios, se hizo énfasis en que la pelota rodara del lado de los niños: alejarlos de la drogadicción y la violencia que azotaba la ciudad. El Comité eligió a Julio Vélez como presidente bajo dicha meta como insignia.
A partir de allí, el crecimiento del torneo fue notable. Su estructura adquirió reconocimiento en toda la ciudad. El número de equipos que solicitaban cupo pasó de 120 a casi 400. Trascendió las fronteras de los barrios al incluir luego a municipios del Área Metropolitana, y se expandió aún más, tras recibir equipos a nivel departamental, nacional e internacional: se pasó de 16 a 32 equipos por certamen.
Además, la mítica Marte 2 se consolidó como la cancha oficial del certamen, gracias a Indeportes; permitiendo un espacio más abierto para realizar la competición. El torneo pasó a ser conocido como PonyFútbol, y ahora, se denomina BabyFútbol Colanta, como reconocimiento al apoyo recibido por esta entidad.
En la actualidad, aquel sueño de cinco aficionados al deporte es una realidad. De Corporación Baby Fútbol Los Paisitas, pasó a ser conocida como Corporación Deportiva Los Paisitas.
Luego de 36 años, y con cerca de 16 disciplinas, el “Festival de Festivales”, como es conocido en la actualidad el torneo multidisciplinar infantil, que abarca deportes como baloncesto y voleibol, fue gracias a un parche más entre amigos. De esos que abundan en una esquina, una escalera, una cuadra o en cualquier rincón de la ciudad. Una Pilsen, una Pony Malta o una botella de aguardiente calientan las gargantas de miles de aficionados que se reúnen a hablar de fútbol, amistades y sueños. Entre risas y alegría, se embriagan de canticos y celebran los goles de miles de niños en el Festival.
Siempre ha sido así. Más allá de la Corporación y el Festival, lo importante son los niños. Todo empezó por ellos. La vida y esencia de la competición no es hacer futbolistas, sino hacer un evento para niños. Nació con la excusa de alejarlos de las calles donde el narcotráfico y las bandas criminales destruían todo a su paso. Ahora, todos los niños persiguen sus metas detrás de un balón. Las lágrimas al final de cada torneo son el inicio de sueños cumplidos y por cumplir.
“El club de los cinco” ya no se reúne como antes. Tras 45 años de amistad, la edad, la muerte y las circunstancias los han separado un poco. Sin embargo, su recuerdo siempre rodará en la Marte 2 junto a miles de niños.
“Ya somos pocos. Julio César y Omar vienen muy poco. Nos vemos mucho Julio y yo. Uno se vuelve viejo y resabiado, como los toros que buscan las tablas cuando quieren morir, entonces se van alejando con el tiempo”, señaló “El Polaco” tras un último sorbo de café.
Para aquel grupo, el Festival de festivales es casi como un hijo. Lo vieron nacer, crecer y salir de una sala de reuniones. La ambición de un grupo de aficionados al deporte ahora se convirtió en el sueño de miles niños. Los años pasan, pero el recuerdo queda. El fútbol, los amigos y los sueños aún ruedan en la Marte 2.
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