El Mundial de Rusia, lo mejor que nos dejó el 2018
Por: Guillermo Zuluaga, Acord Antioquia
Si bien este año que termina tuvo mucha actividad deportiva y los logros de los deportistas aún colman los sentidos o la mente de muchos aficionados, el Mundial de fútbol de Rusia descolla como el principal evento que nos deja este año.
Son muchos los aspectos positivos que dejó el Mundial en la tierra de los zares y de las profundas estepas. Lo primero, quizá lo más evidente es que en este, que los doctos califican como mundial de la táctica, los menos expertos apreciamos un derroche de talento y entrega en muchos partidos. En la retina quedaron tatuados algunos encuentros como España-Portugal, Alemania-México, Colombia- Polonia, Francia-Argentina, Croacia-Argentina, Bélgica- Brasil, Francia-Bélgica, en los que sobresalió el talento, talante y amor propio.
El triunfo de la selección de Francia fue reconfortante para el fútbol. Con el paso de los partidos, los galos fueron dando muestras de consistencia como colectivo y dejaron en el camino a “selecciones históricas” como Uruguay y Argentina; le ganaron a Bélgica –quizá el equipo más vistoso, y no solo por su uniforme-, y a la postre derrotó al equipo croata, la revelación de este torneo ecuménico.
Pero el Mundial es un evento que trasciende los encuentros de fútbol: en torno a el pueden leerse los tiempos que transcurren para la sociedad: un Mundial es una clase de sociología moderna, y el triunfo de Francia no es el de once jugadores en la cancha ó 23 inscritos, sino el éxito de una Nación que empieza a reconocerse como de inmigrantes: No ganó África como algunos quisieron anecdotizar; ganó un equipo de una nación del siglo XXI, que es un crisol de razas, de pueblos, de culturas que trascienden las fronteras; algo a lo cual tenemos que irnos acostumbrando, y Francia, como siempre, toma la vanguardia.
Se dirá que la final la perdió Croacia. Pero Croacia fue ganadora. El subcampeonato de este combinado, representante de una joven nación europea, es más que meritorio pues dio muestras durante sus siete partidos de pundonor, de amor por una camiseta; de amor por una causa. La selección croata, animada por su carismática presidenta fue la campeona de la empatía. Quizá fuera por el “malestar en la cultura” del que hablara Freud y que nos lleva a apoyar al rival menos fuerte, pero también por no dar ningún balón por perdido y entregar hasta la última gota de sudor, que este equipo logró concitar el “aliento moral” de muchos aficionados, que veían en Francia un digno ganador pero no por ello dejaban de soñar con torcerle un poco el pescuezo a la historia y entonces “hincharon” por los croatas. Cómo alegra que a raíz de ese desempeño su figura, Luca Modric, rompiera la hegemonía –casi monotonía- de CR-7 y de Messi, y se llevara el titulo al mejor del mundo hace dos días.
Positiva fue la irrupción de nuevas figuras. La tempranera salida de los llamados a ser los triunfadores llevó a que se echaran ojos sobre otros quizá no tan histriónicos ni mediáticos que terminaron por brillar. Cito a Hazard, a Modric, a Griezmann, Kanté, a Pogvá, quienes brillaron sin buscar lucimientos personales al llevar a sus equipos a sitiales importantes. Capítulo aparte merecen las zancadas de Mbappé, quien seguramente sea el nuevo consentido de los medios y de los sponsors y ante el ocaso de Cristiano y la salida en pocos años del introvertido Messi, sea el nuevo consentido, o por menos venga a disputarle a Neymar esa candidatura de siempre a Balón de oro. (Para el caso colombiano, los flashes estaban destinados para James Rodríguez, y también por esos golpes inusitados del destino, quien terminó siendo figura fue Yerry Mina, un negro grande de una región periférica y olvidada de Colombia: Yerry fue nuestro Mbappé).
Y como el fútbol también se juega en los terrenos de lo político, Rusia también fue la gran ganadora de este certamen. Como país anfitrión recordó a sus zares y soviets, miró su cultura de ujas y de vodkas, de tolstois y dostoieskis, de arquitecturas religiosas y su desafiante poderío militar para hablarnos de la grandeza de su pasado; también aprovechó esta gran vitrina para contar al mundo su presente de vecino rico recién llegado al barrio, con su economía creciendo al ritmo del gas y del petróleo. Como si fuera el mayor esfuerzo de relacionista público alguno, este país se mostró amable y hospitalario, y Putin –quien asistió a muchos partidos- gracias al fútbol consolidó su liderazgo. Después de este mundial, muchas personas querrán ir o regresar a este un país que antes se asociaba a gentes y lugares menos amables.umbo a Qatar, la historia de los mundiales tendrá en Rusia un gran mojón en el camino.
Foto tomada: https://bit.ly/2GKPnjt
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