2007 – El día que conocí a Maradona
Por Juan Carlos Valencia
Un 27 de enero de 2007 se despedía Mauricio Chicho Serna en el Atanasio Girardot, para mi el partido más importante de mi vida, no por la despedida, sino porque iba a jugar el que para mí, es el jugador más grande de todos los tiempos, Diego Armando Maradona. Ya verlo en vivo en un estadio era un sueño, no importaba que ya era un jugador retirado, su sola presencia en el estadio de Medellín, ya era un lujo que más de 44 mil espectadores querían vivir.
Me puse una camiseta negra que tenía su rostro, en ese momento mi preferida. Llegué muy temprano al estadio, mi objetivo era tomarme una foto con Maradona, esperé paciente a que llegaran los jugadores, inicialmente mi objetivo era ingresar al camerino con mi acreditación de periodista Acord, al primer intento fui rechazado, no era conocido en el gremio y mi plan A fracasó, sin embargo no me rendí, esperé en la puerta mi oportunidad.
En un momento llegó el hermano de Chicho Serna con un numeroso grupo de amigos, la entrada estaba repleta de gente que como yo quería ingresar, entró el hermano de Chicho y señaló a los amigos que autorizaba para entrar, yo aproveché el momento para intentar ingresar, el portero quizás me relacionó con ellos y me dio paso. ¡No lo puedo creer! estoy dentro y mientras ingreso veo al Pibe Valderrama, Fastino Asprilla, Carlos Bianchi, Luis Carlos Perea, Aristi, otras grandes figuras del fútbol, y claro, ahí estaba el más grande, ahí estaba Diego, caminaba de un lado a otro como si fuera a jugar la final del mundial, lo seguí con la mirada todo el tiempo, no quería molestarlo. Trataba de conectar su mirada para pedirle una foto, pero él estaba concentrado y muy asediado por otras personas.
Mi paciencia era infinita, finalmente ya estaba en el camerino, decidí darle un respiro y aproveché para tomarme fotos con el Pibe, el Tino, Perea, Víctor Aristizábal y Carlos Bianchi. El juego ya iba a comenzar, salí con todas esas figuras por el túnel, justo detrás de Carlos Bianchi. Me ubiqué en una esquina en la pista atlética para ver el partido ahí sentado, pero un policía sin ningún motivo me sacó, tuve que ir a la gradería. El estadio estaba lleno, vi parte del primer tiempo parado detrás de una reja cerca al camerino del equipo de Diego. Unos 10 minutos antes de que terminara el primer tiempo intenté ingresar de nuevo al camerino, el portero me reconoció y justo lo que pensé, me identificó como cercano al círculo de los Serna, y me dejó ingresar de nuevo. Pude ver a Diego todo el tiempo mientras descansaba, mientras tomaba agua y bromeaba con los demás jugadores. Yo seguía mirándolo pero como dicen los argentinos, no me daba bola, yo intentaba no molestarlo.
Empezó el segundo tiempo, esta vez no salí del camerino. Esperé en un costado mientras terminaba el juego, no pude ver nada del partido. Diego salió aproximadamente en el minuto 50 y dije: “esta es mi oportunidad”. Diego llegó al camerino, se duchó, se cambió y seguía ignorándome. De repente apareció Víctor Aristizábal y le dijo: “Diego, nos vamos. ¿Cuántos policías necesitas?”. “Uno”, respondió el Pelusa y pensé que perdía el sueño de tomarme una foto con él.
Yo seguía buscando su mirada, él sentado en la escaleras del bus parqueado en el camerino mientras llegaba su vehículo. Justo antes de marcharse por fin me miró a los ojos, le hice seña de ruego con las manos y con el índice arriba le dije, Diego una foto y me respondió: “Daale, para que me dejes de romper los huevos” jajajaja, y accedió a la foto que guardo como un tesoro divino. Entendí que siempre me vio detrás, pero como en la cancha, gambeteó mi mirada hasta que en el último minuto lo trabé y no lo dejé marcharse sin cumplir mi objetivo. Un recuerdo y un tesoro para toda la vida.
Sabemos que se nos fue, pero Maradona seguirá vivo en los corazones de todos los que lo amamos por lo que fue como futbolista, los que vibramos con sus gambetas y tuvimos la fortuna de verlo jugar. ¡Gracias Diego!
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