1969 – Horacio Gil Ochoa, el último gran perseguidor

Por José David Chalarca

Si hay un hombre que persiguió bicicletas durante toda su vida, ese fue Horacio Gil Ochoa.

Es cierto que sus registros no se limitan al ciclismo, pero en ninguno destacó tanto su grandeza como en el deporte del “pedaleo”. En cuatro décadas de fotografía análoga, Horacio Gil inmortalizó rutas, circuitos, Vueltas a Colombia y casualidades; retrató con su lente las proezas de glorias como Martín Emilio “Cochise” Rodríguez y Ramón Hoyos; y, por si fuera poco, el fotógrafo antioqueño observó, a través de su lente, las dinámicas de la sociedad medellinense, en la segunda mitad del siglo XX.

De ninguna manera es exagerado decir que cada vez que nuestros ciclistas trepaban carreteras, caminos sin pavimentar y trochas, ahí estaba Horacio Gil Ochoa. Ni tampoco que su labor como reportero gráfico mereció —y aún merece— el amplio reconocimiento nacional e internacional por capturar algunos de los mejores momentos del deporte; todos, como decía él, con su bicicleta, cámara y habilidad.

Como reportero gráfico, capturó diversos momentos de modesta gloria y profundo dolor; desde las Vueltas a Colombia hasta la cotidianidad; desde el primer gran logro del ciclismo colombiano, como es el campeonato mundial de ‘Cochise’ en 1971, en Italia, hasta pequeños accidentes de circuitos en las urbes de la gran ciudad, así como el sufrido por el corredor Jairo González.

La historia fue más o menos así: Horacio Gil se encontraba cubriendo un circuito dominical, disputado en 1969, por el barrio Laureles de Medellín, cuando un niño curioso que observaba la carrera, terminó cruzándose en el camino de Jairo González. El descuido no solo ocasionó una estruendosa Caída del corredor y el menor, sino que resultó en la Caída de dos dientes del ciclista que, para el lector jocoso, volaron cerca del mentón. Dicho evento desafortunado (o afortunado) se conserva en el Archivo Fotográfico de la Biblioteca Pública Piloto.

Horacio sabía, para bien o mal, que la foto era un éxito y así lo fue: portadas en primera plana y exposiciones deportivas en lugares de todo el país y el mundo. Aunque al hablar de la fotografía en su momento, Horacio Gil aseguró firmemente que no le gustaban los ciclistas caídos, al parecer siempre hay una primera vez.

Años después del famoso desencuentro, el fotógrafo y reportero antioqueño se encontró con el niño y este le contó su versión de la historia: en vez de asistir a la misa dominical, como lo mandó su mamá, el niño escuchó la algarabía de los espectadores por la competencia y se dejó arrastrar por ella. Tras llegar sucio, ensangrentado y herido, el pequeño le dijo a su madre que se cayó por una alcantarilla. Sin embargo, así como en la fábula del pastorcito mentiroso, el regaño y la pela llegaron al otro día, cuando ocupó la primera portada de varios medios.

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La caída, 1969
Horacio Gil Ochoa
Biblioteca Pública Piloto  / Archivo Fotográfico 

Sí: rutas, circuitos, Vueltas a Colombia y casualidades; eso es Horacio Gil Ochoa. Un pionero del reporterismo gráfico deportivo, la fotografía y las bicicletas. Incluso hoy, cuatro años después de su muerte, me cuesta imaginar el mundo del ciclismo sin Horacio Gil, me cuesta imaginarlo sin su cámara y bicicleta persiguiendo a los gigantes andinos de nuestro pedal. Me cuesta hablar de ciclismo sin pronunciar el nombre de Horacio, porque el ciclismo es para Horacio lo que la bicicleta es para ‘Cochise’.

Quizá caiga en excesos y romanticismos, pero creo que el propio Horacio lo definió aún mejor en su libro La bicicleta, mi cámara y yo: “…Y sigo montando en bicicleta para que cuando la muerte llegue me encuentre en forma”.

Fuentes:

Biblioteca Pública Piloto

Universidad de Antioquia

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